Greguerías

Ramón Gómez de la Serna escribió a principios del siglo pasado estas pequeñas frases donde resumía su visión del mundo respecto a los más variados temas.
Según la Wikipedia la greguería es "una sentencia ingeniosa y en general breve que surge de un choque casual entre pensamiento y realidad".
Es decir, y como dijo el propio Gómez de la Serna: 
metáfora + humor = greguería.

Su visión abarca también, cómo no, el mundo musical.

Algunas de las greguerías musicales más famosas son:

En el acordeón se exprimen limones musicales.

Cuando el pollo está bien asado es cuando tiene el color del violín.

El pianista se calienta los pies en los pedales.

Los cangrejos son  manos de pianistas torpes tocando barcarolas.


La gaita es una especie de bota de vino musical.

El banjo nació de una raqueta y una mandolina.

Pañuelo en el violín, violín de peluquería.

Cuando nos tardan en servir en el restaurante nos convertimos en xilofonistas de la impaciencia.



Tocar el arpa es tener el arte delicioso de las caricias y los pellizcos.

Menos mal que a los mosquitos no les ha dado por tocar el saxofón.

Hay unos finales de concierto en que parece que se ha vuelto loco el músico más sensato.

Las teclas negras son el luto que guarda el piano por los pianistas muertos.

El bailaor llega a parecerse a una araña que se mueve en el aire.



Los acordeones tienen el pelo ondulado.

El órgano es un piano que se ha creido barítono, tenor, y, a veces, tiple.

El que ha aplaudido antes de que acabe la partitura quisiera que se le tragase la tierra.

Tocadiscos: la sartén de la música.

La gran hazaña que rondan las hormigas es meter un piano de cola en su hormiguero.

En los conciertos debían registrar a la entrada para que no dejasen pasar ninguna tos de contrabando.

Rollo de pianola, música "braille" para  pianos ciegos.

En el arpa siempre está lloviedo música.



Los ángeles de la guarda de los músicos debían pasarles las hojas de las partituras.

Me gusta ver las grandes orquestas de violines, porque la oblicuidad movida de los muchos arcos simula un especie de lleuvia musical.

El disco es la ondulación permanente de la música.

La ópera es la verdad de la mentira y el cine es la mentira de la verdad.


Una muestra del ingenio lingüístico  nuestro país: inimitable.










Rubén Darío y la música.

Exquisito, aristocrático, renovador del verso, padre y cabeza del movimiento modernista, que pretendía cambiar la poesía española desde Hispanoamérica y pasando por Francia (con Verlaine, Mallarmé y los simbolistas), ése es Rubén Darío.

Su poesía está llena de hipérboles, imágenes sugestivas, evocadoras y sensuales, donde la música juega un importante papel.

Al publicar  uno de sus primeros volúmenes, Azul, de 1888, escribe, por ejemplo: "La literatura debe llevar el arte de la palabra al terreno de otras artes, de la pintura verbigracia, e la escultura, de la música. Hay que sutilizar la expresión hasta pintar el color de un sonido, el perfume de un astro, algo como aprisionar el alma de las cosas".
 (Imagen de "Azul" del Banco de Imágenes y Sonidos de IFSTIC)

En su siguiente obra, Prosas profanas y otros poemas, de 1896, escrito bajo la influencia de los simbolistas ("De la musique avant toute chose", dice Verlaine), queda más clara esa influencia entre el arte musical y el literario: "Como cada palabra tiene un alma, hay, en cada verso, además de la armonía verbal, una melodía ideal. La música es sólo de la idea, muchas veces".

En este volumen encontramos algunas poesías referentes o referidas al arte musical, como por ejemplo el Elogio de la seguidilla:

Metro mágico y rico que al alma expresas
llameantes alegrías, penas arcanas
desde en los suaves labios de las princesas
hasta en las bocas rojas de las gitanas...

De este mismo volumen es la famosa Sonatina ("La princesa está triste...¿qué tendrá la princesa?.... está mudo el teclado de su clave sonoro..."), la Sinfonía en Gris Mayor y otra poesía famosa, Era un aire suave:

"... La orquesta perlaba sus mágicas notas
un coro de sones alados se oía
galantes pavanas, fugaces gavotas
cantaban los culces violines de Hungría...."

El siguiente volumen importante lo componen los famosos Cantos de vida y esperanza, de 1905, y posteriromente escribe el Poema de otoño y otros poemas, de 1910, donde tenemos obras como El clavicordio de la abuela:

"En el castillo, fresca, linda
la marquesita Rosalinda
mientras la blanca risa vuela,
con su pequeña mano blanca
una pavana grave arranca
al clavicordio de la abuela
¡Notas de Lully y de Rameau!....
... Va la manita al teclado
como si fuese un lirio alado
lanzando al aire la canción..."

En Canto a la Argentina y otros poemas, de 1914, escrito ya cuando residía en España tenemos un poema ilustrativo e inusualmente descriptivo: las Danzas Gymnesianas. Boleras:
"Danzas, danzan, los payeses
las boleras mallorquinas..."

Tenemos, en fin, uno de los grandes de nuestra poesía un autor que, como tantos, pretendió la unión de las artes.  ¿Es una quimera la idea de la unión de las artes? No lo es, claro, pero cada artista lo interpreta y lo expresa a su manera.



Música de otros

Música de otros: éste es el libro que Juan Ramón Jiménez escribió (o reescribió) y en el que figuran poemas y textos escogidos y traducidos por él.

De entre todos ellos elegimos uno de Baudelaire, La Musique, que empieza así:

La musique souvent me prend comme une mer!

El poema entero es sencillamente hermoso:
La música

¡La música me coje a veces como la mar!
A mi pálida estrella,
bajo un techo de bruma o en una vasta atmósfera,
yo me hago a la vela.

El pecho adelantado y llenos los pulmones
lo mismo que la lona,
escalo el lomo de la ola amontonada
que la noche me borra.

Siento vibrar en mí la pasión multiforme
de un navío que sufre;
la bonanza, la tempestad y sus convulsiones
sobre la inmensa cava
me mecen.

¡Y otra vez, calma plena, ancho espejo de mi desesperanza!

Adivinanzas

"Primero fue el acertijo y, cuando éste se arropó con el verso, nació la adivinanza, una pequeña y valiosa joya poética de nuestra literatura popular (...).
"La adivinanza española es tan abundante que su nombre se crea, recrea y multiplica semánticamente a lo largo y ancho de nuestra geografía. Por ejemplo, a nuestro paso por el Principado de Asturias la adivinanza nos salió al encuentro con nombres tan bellos como adivinancia, adiviña, cosadiella, cosadietcha, cosadina, coselía, cosidiella, cosiliega, cosiquilla,  cosiquiellla, cousadiella, cousadietcha, couselía, cousellía, cousillía, cousequía, cousiña, etc.".
Esto es lo que dicen Jose Luis Gárfer y Concha Fernández en el Prólogo de su libro Adivinancero Antológico Español, publicado por Ediciones del Prado en 1994.

Por lo que se refiere al arte musical existen en nuestra literatura preciosas adivinanzas:

Adivina, adivinanza,
tiene tripas y no panza....   el arpa (pág. 180).

Ésta es muy fácil:
Negrito soy y redondo
y estoy lleno de ranuras.
Soy musical, hablo y canto
cuando me pincha una aguja,
bajo la cual voy girando..... el disco (pág. 182)

Sobre uno de los instrumentos musicales que nos identifica:
En la cabeza, los dientes,
y en la barriga, la boca;
cuando las tripas me tocan,
hago bailar a la gente


Tiene puente y no es río,
tiene madera y no es mueble,
tiene cuerda y no es reloj.
¿Hay alguien que me la acierte?..... la guitarra (las dos en la pág. 183).

Otro instrumento:

Cien amigos tengo
sobre una tabla
y si no los toco
ellos no me hablan

En una larga abertura
tengo yo mi dentadura,
y luego que empiezo a hablar
todas mis piezas se mueven
sin poderlas yo parar..... el piano (las dos en la página 186).

Y por último, una importantísima:

¿Qué cosa es la que se rompe
con sólo decir su nombre?

.... el silencio (pág. 187)